Tú, yo, está tarde que no parece terminar.
Te llevo, tomada de la mano al interior del auto, y allí, cinco y media de la tarde, gafas de sol, y la endeble luz que se filtra a través de las hojas de los arboles viajan rápidamente por el parabrisas.
Tenemos la ciudad para nosotros, donde quieras, donde sea belleza, te digo al oído, y sabes que es así y de ninguna otra forma más.
La habitación, lejos, lejos,whisky, cigarrillos, besos, a nadie le importa, solo tú y yo, lo demás es indescriptible por lo que nos hacemos el uno al otro y luego despeinados, siento tú respiración en ese pecho que sube y baja a mi lado lentamente, me enloquece, pequeños son y me miran de lado y no son tus ojos, o al menos no los de tú rostro.
La tarde de domingo, las calles desoladas, una resaca hecha día.
Algún día no muy lejano.
Para usted, mi deseo.
Tuyo, David.
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