Y me derrumbe.

Y me derrumbe.
Distimia.

Me tumbe, harto, exhausto y derrotado sobre el escritorio con la esperanza partida en miles de pequeños pedazos como una pecera que cae y se rompe con gran estruendo.
 Lagrimas ruedan por las mejillas sin un llanto que las acompañe, solo un silencio de respiraciones ahogadas. Ya no hay consuelo, solo llanto, pero me doy al silencio como un ebrio a la fría botella, ¿que más queda?, nada, nada, es una vaina muy jodida, una lógica muy pequeña, pero con ideas que no caben en estas habitaciones que habito noche tras noche a las nueve y que se alargan más y más.

Tuyo, David.