03:40h
Mientras caminábamos en medio de la oscuridad de la madrugada, con el peso de las mochilas en nuestros hombros, nos detuvimos en un pequeño sendero en medio de una colina para descansar. En ese momento descargue mi pesada maleta sobre la hierba húmeda y alce la vista al cielo para contemplarlo y pude observar la inmensidad del universo que se extendía kilómetros y kilómetros sobre un manto de ululantes estrellas pequeñas y grandes, distantes mundos, acompañados por una maravillosa luna que cual sol nocturno bañaba todo el lugar con su blanca estela.
La madrugada nos rodeaba a nosotros seis en medio de la nada, el silencio casi ensordecedor era interrumpido ligeramente por el silbido del gélido viento que bajaba de las montañas que acabábamos de cruzar y de los grillos, habitantes de las praderas, quienes saltaban de un lado a otro haciendo su agudo llamado.
En ese momento me di cuenta de la inmensidad del universo y de lo insignificantes que eramos en ese momento y que seguimos siendo ahora hoy muchos días después de aquella madrugada. Hoy solo puedo cerrar los ojos en el silencio de mi habitación y alzar la vista al cielo para recordar aquel momento en que mi existencia fue puesta a prueba.
Tuyo, David.
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